En el cambiante contexto internacional, nuestra industria ha perdido en los últimos años gran parte de la ventaja comparativa en costes (fundamentalmente salariales) respecto del pasado, y a favor de países emergentes, dando lugar al fenómeno de “deslocalización de las industrias”.
Su definición en sentido amplio o general, sería el cambio de situación espacial de una unidad productiva (de una entidad o de un sector). En un sentido más restringido, se trata del cierre de una unidad de producción en territorio nacional seguida por su reapertura en el extranjero, con el propósito de reimportar en territorio nacional los bienes productivos de los países que los producen con menos costes. Obviamente, la
consecuencia inmediata es la desindustrialización, retroceso o disminución relativa de
la participación del sector industrial en el conjunto del empleo total de un país.
Dentro de este panorama mundial de países que tienen unos costes más ventajosos
que nosotros, solo nos queda jugar con la baza de que hoy los consumidores cada
vez están más preocupados tanto por la calidad o rendimiento de los productos
que adquieren, como por el cumplimiento en la fabricación del producto de condiciones de trabajo responsables, de respeto al medioambiente, y de una utilización
eficiente y sostenible de los recursos. Hablamos de factores de competitividad como
la diferenciación del producto basado en la marca, variedad, calidad del diseño y
confección, y el precio del producto, sin dejar de lado otros factores relacionados
con el servicio al cliente.
En definitiva, frente a una política centrada en los precios, la consolidación de una
estrategia competitiva basada en la diferenciación del producto, con la finalidad de
retener y promover el desarrollo industrial, puede potenciar la productividad de los
factores empleados y su flexibilidad, y ello con la finalidad de lograr una industria
competitiva de forma sostenible.
La política económica debe combinar incentivos a los empresarios españoles que
ubiquen sus centros productivos en nuestro país, junto con una capacidad de atracción de capital nacional y extranjero que posibilite el desarrollo de actividades de
alto valor añadido. Dentro de ese contexto, se debe garantizar una estabilidad institucional y macroeconómica y el buen funcionamiento de los mercados de bienes y
servicios, centrándose para ello en el fomento de actividades de I+D+i y la inversión
en capital humano.
*Este fragmento lo he sacado integro de la revista sobre economía "balance" escrito por María del Mar Ramos Pastor ya que explica de una manera muy clara la situación de la industria española y hacia dónde vamos.
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